¡Cuántas lunas ardieron en los páramos desde
que los conocedores de las reminiscencias,
de los soles huidizos y amígdalas afectas
igualan el aliento del saurio y el jinete!
¡Y cuánta roca incógnita en el erial se crece
por el ardid del pérfido charlatán de feria
que avista a la señora del cielo y de la tierra
para alivio del necio y engorde de su vientre!
Así brotan basílicas en hoscos jarales,
se dilatan guarismos, haciendas y peculios
y viven del señuelo clérigos y seglares.
Y entretanto se cegan anhelosos estudios
encauzados a curas tangibles y garantes.
¿Cuándo se aventará la estulticia del mundo?