¿Debemos
advertir al joven que en la noche
va
buscando no sabe qué gloria prometida,
dando
palos de ciego en la piñata que esconde
la
dicha en una tranca de un néctar clandestino?
Digámosle
que fuimos testigos inmolados
de
la acerba resaca que nos dejó el vacío,
y
hablará con desdén de aquel tiempo caducado
en
que también buscábamos la luna y su deleite.
Refutará
sobrado, soberbio como un dios,
nuestras
protestas vanas de sombras fementidas,
y
hasta habrá de negar nuestras luces contritas.
Vaya
con Dios el joven a la noche que aguarda,
ladina
y mentirosa, celestinesca y falsa,
a
su carne reciente de empujes indomables.