Volver al sol, volver al mar, volver
a la razón del viento desbocado;
volver al fin al labio demudado,
a la lengua que aspira a florecer.
Saber que sí, saber que está, saber
que es cierto el beso presto y despiadado,
el resplandor salobre inesperado,
el gozo hambriento pronto a perecer.
Abandonar la contumaz locura,
que el piélago desmaya al
sol poniente
brindándole su helada sepultura.
Negar, volver, cegar la
luz repente,
sobrescribir el miedo y
la cordura,
abdicar del fulgor evanescente.
Hermoso soneto.
ResponderEliminarUn abrazo.