Al lado de la iglesia Catedral,
encima del arroyo rumoroso,
mora un ser circunspecto y bondadoso,
de intelecto elevado y especial.
Hoy la calle nos puso tal con cual,
y al verlo me sentí feliz, dichoso,
recordando aquel tiempo revoltoso
de constante inquietud municipal.
¿Qué me dices, Solera, buen amigo:
que echas de menos mi soneto diario?
Pues esta racha infiel rompo contigo.
De tu bondad doy fe, como notario,
y en tu honor estos versos torpes ligo,
oh, Pepe, camarada extraordinario.
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