miércoles, 18 de julio de 2012

Paco Toronjo



Cuidando cerdos en su tierna infancia,
picando piedra en la inclemente mina,
en su tierra huelvana y campesina
aprendió de la vida la sustancia.

De allí salió, librado de arrogancia,
a decir un fandango en cada esquina,
para elevarlo a cúspide divina,
atestado de fama y resonancia.

Era el cantar desengañado y largo,
desgarrado, imposible y refulgente,
de un ser crucial, dolido e insumiso.

Cantó al amor, a su pueblo y a su gente,
a la noche, al dolor, al vino amargo,
y a la muerte que llega sin aviso.





2 comentarios:

  1. Otro cantador de la tierra, cantador de sus penas y fatigas, en definitiva autentico.
    Un abrazo.

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  2. Honra al buen cantador del pueblo, que canta para su gente con sentimiento y honradez.
    Un abrazo.

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