Ella explica que el cura lo sabía,
el clérigo no sabe ni contesta,
los internautas montan una fiesta...
y todos celebramos a porfía
esa inmensa y jocosa tropelía
que una pintora anciana, pero presta,
ha perpetrado en forma manifiesta
sobre un Cristo que nadie conocía.
La iglesia, casi siempre despoblada,
hoy se ve atiborrada de turistas
que hacen fotos a la obra consumada
por la más singular de las artistas:
la que trocó una cara torturada
en no se sabe qué: se aceptan pistas.
Moraleja con vistas:
feligrés que no acude a la oración,
al templo va si luce un gran borrón.
esto como siempre parece una comedia en la siempre hay un bufón con quien meterse.
ResponderEliminarUn abrazo.