De
la gran borrachera resacoso,
hastiado,
avinagrado el paladar,
pesado
como el plomo el despertar,
convaleciente
el corazón premioso.
Memoria
del momento esplendoroso,
y
también del quimérico soñar,
y
de la tentación por desertar,
y
del placer efímero y culposo.
Se
nutre la ebriedad del vino amargo,
y
del néctar de cubas centenarias
que
saben del sopor y del letargo.
Yo
me harté de proclamas cavernarias,
cargué
con la sanción y su recargo:
me
emborraché de culpas y plegarias.
Nunca sabe uno cual va a ser el sentimiento guardado que asoma en estos estados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te había dejado de frecuentar hacia Semana Santa, no sé por qué, seguramente por nada. Hoy me he dicho "a ver qué dice el JAR, y ¡coño! DESLUMBRANTE, has cogido la veta de don F de Q, y ahí estás dando mandobles con precisión certera, y abriendo de par en par la carcajada. En fin, una maravilla. Sigueeee!
ResponderEliminarGracias, maestro.
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