Antídoto del tufo sulfuroso:
un brusco adiós al rito semanal,
una quema de libros esencial
y una mirada al mundo luminoso.
Siempre es posible un horizonte hermoso:
dejar atrás la senda medieval
y tomar un camino original
apartado del viaje tenebroso.
¡No te vuelvas, pesado caminante,
por otear detrás tus viejos duelos,
que el derrotero crece por delante!
Yo me vuelvo, inconsciente, a los pañuelos;
que no siempre me puedo ver rampante:
así quedé después de aquellos velos.
Ciertamente ver siempre al frente, atras solo para no caer en los mismos errores.
ResponderEliminarUn abrazo.