Resucite, le ruego, don Francisco,
que anda la Corte infecta y purulenta,
y cual forúnculo no ya revienta,
sino al Reino enmugrece y hace cisco.
Resucite y ajústese el menisco,
y a su cojera no le preste cuenta,
mientras su pluma en el papel asienta
para plasmar su genio levantisco.
Abandone su tumba, gran Quevedo,
y venga a ver su tiempo redivivo
en este siglo de infernal factura.
En el que la honradez importa un bledo,
se vende un hombre por cualquier motivo
y campa por sus fueros la impostura.
y cual forúnculo no ya revienta,
sino al Reino enmugrece y hace cisco.
Resucite y ajústese el menisco,
y a su cojera no le preste cuenta,
mientras su pluma en el papel asienta
para plasmar su genio levantisco.
Abandone su tumba, gran Quevedo,
y venga a ver su tiempo redivivo
en este siglo de infernal factura.
En el que la honradez importa un bledo,
se vende un hombre por cualquier motivo
y campa por sus fueros la impostura.
Cierto es que vivimos tiempos que dificilmente los habíamos imaginado, pero ya se dice que la realidad supera siempre a la ficción.
ResponderEliminarUn abrazo.
Redondo te quedó este soneto a la innombrable situación actual.El genial Quevedo no daría a basto con sus críticas mordaces a tanto desalmado.
ResponderEliminarSaludos.