Hay que compadecer al pobre delincuente
pero odiar el delito, nos dijo Concepción,
y nunca en esta vida nos falta la ocasión
de aplicar un adagio tan sabio y tan vigente.
¿Qué infancia padeció nuestro gran insolente,
qué instintos despertó su excelsa posición,
qué mal ocasionó su soberbia dicción,
qué halagos impulsaron su orgullo permanente?
Nadie llega al delito si no es por un motivo
que le hizo corromperse de la inicial pureza:
por eso hay que mostrarse sensible y compasivo.
Mas no quiere decirse que el hombre que tropieza
deba quedar impune del hecho delictivo,
sino sufrir la ley con toda su justeza.
y nunca en esta vida nos falta la ocasión
de aplicar un adagio tan sabio y tan vigente.
¿Qué infancia padeció nuestro gran insolente,
qué instintos despertó su excelsa posición,
qué mal ocasionó su soberbia dicción,
qué halagos impulsaron su orgullo permanente?
Nadie llega al delito si no es por un motivo
que le hizo corromperse de la inicial pureza:
por eso hay que mostrarse sensible y compasivo.
Mas no quiere decirse que el hombre que tropieza
deba quedar impune del hecho delictivo,
sino sufrir la ley con toda su justeza.
Excelente soneto en alejandrinos.Muy bien ligadas las ideas.
ResponderEliminarSaludos.
Precioso soneto y acertado odiar el delito y compadecer al delincuente, eso no no impide el cumplimiento de la ley.
ResponderEliminarUn abrazo.