Me embriagué con estelas candelarias:
los ojos entornados, la voz sorda,
imploraba clemencias rutinarias
entonando en latín el sursum corda.
¡Arriba el corazón, estad atentos;
respirad el incienso que enajena!
¡El rezo os librará de los tormentos
que proporciona la infernal condena!
Las luces del altar, lumbre divina,
configuran perfiles espectrales
según el niño amolda su retina
compungido entre estampas y misales...
...Cogí más borracheras de la cuenta,
igual que aquellos locos de la absenta.
Todos rezamos en latin y descubrimos fantasmas en las sombras de las luces de iglesias.
ResponderEliminarEs normal tener resaca de aquello y que esta dure de por vida.
Un abrazo.