Abundan en las urbes del presente
las rotondas, redondas o glorietas,
donde es fácil mandar a hacer puñetas
al que te mete el morro de repente.
Su bondad para el tráfico es patente,
pero ofrecen también otras facetas
que las hacen más propias y coquetas,
y de más interés para la gente.
Se trata de los puestos de castañas,
que acomodan en ellas sus campañas
al llegar la mudanza estacional.
Y las llenan del humo perfumado
del rico fruto del castaño asado:
una niebla entrañable y otoñal.
Ya estamos en época de castañas, algo que a mi me gusta en demasía, asadas, cocidas, crudas o pilongas. De todas formas me gustan y como.
ResponderEliminarUn abrazo.