Por mucho que fardemos de impasibles,
de controlar pasiones y emociones,
no podemos negar que en ocasiones,
las más, somos blandengues y sensibles.
A veces nos sentimos invisibles
porque no recibimos atenciones,
porque no reconocen nuestros dones,
porque vemos que somos prescindibles.
Bendito el que encarece, el que festeja,
el que acepta tu afán sin poner pero,
el que antepone el vítor a la queja.
Bendito aquel que halaga al compañero,
al colega, al amigo, a la pareja,
con agrado efusivo y verdadero.
A veces nos sentimos invisibles
porque no recibimos atenciones,
porque no reconocen nuestros dones,
porque vemos que somos prescindibles.
Bendito el que encarece, el que festeja,
el que acepta tu afán sin poner pero,
el que antepone el vítor a la queja.
Bendito aquel que halaga al compañero,
al colega, al amigo, a la pareja,
con agrado efusivo y verdadero.
Bendito aquel que es buen amigo y compañero.
ResponderEliminarUn abrazo.