Del trabajo he salido cabreado,
después de una mañana de calor,
a causa de que no marcha el motor
del aire, que se encuentra escacharrado.
Un pollo preparado me he comprado
al pasar por un próximo asador,
y allí estaba, detrás del mostrador,
un hombre en apariencia afortunado.
Pues sacaba del fuego abrasador
el pollo, en sazón y bien dorado,
lo trinchaba, con aire encantador,
lo entregaba, sonriendo con agrado,
lo cobraba, con gozo y buen humor,
y te daba un adiós alborozado.
Y yo tan fastidiado…
Decidí que aunque fuerte es el ardor,
ni una queja saldrá de mi interior.
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