en los años de infancia y juventud
que al lograr nuestra edad la plenitud
los odios familiares son frecuentes.
En cuanto que los padres son ausentes
los hijos endurecen su actitud
y suelen alcanzar gran magnitud
las fobias entre hermanos y adyacentes.
Resucitan pretéritos rencores
a raíz de los hechos más triviales,
manifiestan agravios anteriores,
se desgarran los cuellos cual chacales,
se convierten en seres bramadores
y destrozan sus lazos parentales.
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