Grises nubes se asoman de poniente,
empujadas por ese viento frío
que sopla generoso a su albedrío
después de un mes de agosto incandescente.
Resuena ronco el flujo efervescente
de la mar - gravedad y poderío,
majestad, desazón, olor bravío -
después de refundir el sol candente.
Septiembre vendimió la masa humana,
y se puso frontero entre el verano
y la estación que pide manta y lana.
Por hoy trae el fresco de la mano;
pero un fresco que al ánimo engalana,
un fresco salvador, clemente y sano.
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