Le decimos aquí salamanquesa
al lagarto de piel clara y rugosa
que como aquel que no quiere la cosa
de lejos se alimenta con su presa.
Es bicho de costumbre muy burguesa,
que habiendo mosquitada bien copiosa
se propina una cena deliciosa
lanzando su gran lengua por sorpresa.
Trepa por troncos, muros y paredes,
se coloca a la luz de los faroles,
acecha a los artrópodos taimada,
y sin garras, venenos ni con redes,
sino dueña de todos sus controles,
del pobre volador no deja nada.
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