Con fandangos de Huelva mal cantados,
o rumbas de los Chichos muy manidas,
van dando por los bares sus batidas
estos divos del cante desahuciados.
Rasgan su poca voz, exagerados,
fuerzan las bocas, tensas y torcidas,
retuercen todo el cuerpo... ¡qué sentidas
las coplas de estos pollos enganchados!
Ni curiosos turistas ni paisanos
atienden al derroche de estos parias
que piden con el grito y con las manos.
Unos pocos les dan monedas varias,
y por eso agradecen muy ufanos
que ya pueden comprar sus dosis diarias.
Unos pocos les dan monedas varias,
y por eso agradecen muy ufanos
que ya pueden comprar sus dosis diarias.
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