Llegamos a
la Luna, yo lo vi:
Aldrin,
Collins, con Armstrong en cabeza,
finalizando
la mundial proeza
de colocar
un ser humano allí.
el oficial,
que hablaba de grandeza,
y el de mi
abuela, que con gran fijeza
estimaba el
evento baladí.
Y es que
ella protestaba del dinero
consumido en
caprichos espaciales
mientras
hambre sufría el mundo entero.
Yo objetaba
argumentos generales;
pero hoy,
visto tanto desafuero,
me parecen
los suyos racionales.