lunes, 27 de agosto de 2012

En la muerte de Neil Armstrong

 
 
Llegamos a la Luna, yo lo vi:
Aldrin, Collins, con Armstrong en cabeza,
finalizando la mundial proeza
de colocar un ser humano allí. 
 
Dos mensajes entonces recibí:
el oficial, que hablaba de grandeza,
y el de mi abuela, que con gran fijeza
estimaba el evento baladí.
 
Y es que ella protestaba del dinero
consumido en caprichos espaciales
mientras hambre sufría el mundo entero.
 
Yo objetaba argumentos generales;
pero hoy, visto tanto desafuero,
me parecen los suyos racionales.
 
 
 


5 comentarios:

  1. Ciertamente las abuelas siempre tienen razón y es que los años son los que enseñan.
    Un abrazo.

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  2. Amigo John: He estado leyendo tus últimas obras y veo que el talento te ha acompañado durante este verano. Espero que sigas deleitándonos con tus sonetos este próximo curso.
    Un abrazo

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  3. Anónimo14:50

    Me quito el sombrero.

    En tiempos de recorte y depresión,
    donde mis ilusiones no hallan hueco,
    escucho mucho ruido y poco el eco
    de mi rima, mi tono y mi canción;

    y como va de rima mi afición,
    rebusco en cambalaches algún fleco
    de poesía, y en mi tintero reseco,
    poder bañar mi mente y corazón.

    Descubro por azar un blog amigo,
    donde “John A. Redhair” plasma cadencias,
    que yo sólo se hacer de brevas a higos.

    Me quito el sombrero ante tu solvencia,
    y aunque leerme a mí, pueda ser castigo,
    considera mi escrito… ¡¡REVERENCIA!!.

    J.M.M.Botillo

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  4. Muchas gracias. Vaya lujo de comentario. Ya ves que ahora el que anda de higos a brevas soy yo.

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  5. Anónimo20:21

    Que pena que ni por esas te animes!

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