miércoles, 16 de noviembre de 2011

Elogio (exagerado) del polvorón (Soneto 575)


Desde mi más remota y tierna infancia
me disloca comer los polvorones
en cualesquiera sitios y ocasiones,
aunque la Navidad esté a distancia.

Es tal mi adoración por su sustancia
que es la mayor de todas mis pasiones,
el no va más de mis aspiraciones,
lo que me hace perder la temperancia.

Por eso tengo un sueño recurrente:
y es que al llegarme la hora decisiva,
le tengo dicho a mi querida gente

que ni en cedro ni en pino me despida,
sino en caja esmerada y aparente,
que sea de La Rondeña y bien surtida.




2 comentarios:

  1. Veo que tienes mi misma afición, los polvorones. Yo hasta en el desierto me los como y sin agua.
    Un abrazo.

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  2. Hooolaaa! jeje, yo prefiero las bolitas de coco recubiertas de una fina y dulce película de chocolate, ^^

    Siempre un placer volver a leer tu blog, besos!!

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