Nuestra lengua es dinámica y abierta,
de manera que el habla nos varía;
y así lo que en mi infancia procedía
ahora ya parece lengua muerta.
El zaguán se llamaba casapuerta,
la canica bolindre se decía;
una hucha llamábase alcancía;
alcaucil: alcachofa de la huerta.
Piriñaca ha cambiado a picadillo;
un quinqué era entonces reverbero;
la pinza de la ropa era palillo.
Almocafre traía el jardinero;
el anafre igualaba al infernillo,
y el armario con ropa era ropero.
Muy bueno, es una pena que se olviden esas palabras que en nuestra infancia eran cotidianas y ahora los más pequeños ni la conocen.
ResponderEliminarMuy bueno
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