Zarpamos con la bici bien temprano
y vamos por senderos de lavanda,
entre campos de tierra roja y blanda,
respirando luz tierna y aire sano.
Olemos del pinar su olor cercano,
sorprendemos al pueblo que se agranda
con casas de tejado y de baranda
levantadas con hábito artesano.
El pueblo nos recibe floreado
de hibiscos, buganvillas y jazmines,
y el grupo se encamina, sosegado,
en busca de marítimos confines,
al puerto, marinero y atildado,
absorto en sus faenas y trajines.
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