Cuando llegamos a la edad adulta
el cuerpo humano empieza a dar el cante,
en proceso que a nada ya se oculta,
que termina con dos pies por delante.
Hay aquel que se azora y que se asusta,
mientras otro lo asume tan campante;
al primero a diario se le ausculta;
el segundo prosigue desafiante.
Entre aquellos que tienen mil achaques,
que devoran y beben sin medida,
haciéndole una higa a su galeno,
se presentan algunos badulaques
que al que lleva una vida comedida
le quieren convencer que eso no es bueno.
Y es que en este terreno
comprobar que otro igual se reconvierte
a nadie con barriga le divierte.
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