miércoles, 22 de febrero de 2012

Que no vuelvan (Soneto 673)


Relatemos el cuento del niño atribulado,
que mamó de la muerte, la culpa y el infierno:
el que por su inocencia creyó en el fuego eterno
y en el sufrir perpetuo por irse inconfesado.

Repasemos la historia del miedo regulado
por jerarcas mecenas del ser de rabo y cuerno,
mecánicos censores del mal en fuero interno,
infames castradores en nombre del pecado.

Tiremos sin demora en remotos muladares
el vil instrumental de esos pérfidos sicarios
que inmolan los ensueños de seres liminares.

Respetemos las hostias, las velas, los rosarios,
pero no a los falaces y estultos ejemplares
que anhelan cincelarnos sus credos cavernarios.




2 comentarios:

  1. Ciertamente nos deben muchas cosa, entre ellas mi libertad en mis años jóvenes, apresado por sus doctrinas y pensamientos, hasta que la vida me demostró que hay otra forma de pensar y vivir.
    Un abrazo.

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  2. Bueno, un cambio de registro realmente impactante. De los endecasílabos a los alejandrinos y con un planteamiento realmente conmovedor e inquietante que resuelves magistralmente.
    Sin duda eres un maestro de los catorce versos ¡Enhorabuena!

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