Bienvenido, Felipe, a las Españas:
las que escriben en oro sus historias,
las que lucen manchadas sus memorias,
las que hieren a diario las entrañas.
Bienvenido al lugar de las hazañas,
de las gestas, honores y victorias;
de las ansias y metas ilusorias,
de los bulos, camelos y patrañas.
Dios te guarde, Borbón de nuevo cuño,
de la palabra que pronuncia el puño
y el desliz de un teniente coronel.
Y que vengan los hados bien propicios:
te eximan de desgracias y estropicios
y de la España que destila hiel.
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