Descansa, querubín de los rastrojos,
reposa tu yantar atiborrado
en tu lecho de rey empercochado
que no sabe de intrigas ni de enojos.
Disfruta tu zahúrda de despojos
ajeno a todo evento inusitado,
y aplica tu descanso ensimismado
al engorde abundante y sin sonrojos.
Apacigua tu canto resollante,
discurre sobre el último destino
de tu carne, mondongo y asadura,
y espera que el cuchillo degollante
atocine tu enjundia de cochino
y la eleve a magnífica ricura.
Magnifico soneto dedicado a este manjar a cuatro patas, del que todo nos gusta hasta los andares y todo se aprovecha para regocijo de la buena mesa.
ResponderEliminarGracias, amigo. Cuando lo he escrito me he acordado de tus fotos y comentario sobre la matanza.
ResponderEliminarJajajajaja, Genial. Si los guarros pudieran entenderte, se quedarían sin palabras.
ResponderEliminarMe gusta verlos de pequeños, luego ya grandes, como para la matanza me dan miedo.
Pero tu soneto, es una maravilla.