Al principio del año me prometo
- igual que hace casi todo el mundo -
un conjunto de cosas muy profundo
que tienen la mejora como objeto.
Mas la vida es un arduo vericueto,
y aunque me lo proponga muy rotundo
el proyecto no suele ser fecundo,
pues no todos los planes acometo.
Así que en el regreso a mi trabajo
repaso los propósitos dejados,
y vuelvo a prometer con desparpajo
que esta vez quitaré kilos sobrados,
cuidaré mis entrañas a destajo
y los nervios tendré más controlados.