Mi jardín, que no es nada suntuario
- según sabe el lector de este cuaderno -,
dispone desde ayer de un nuevo interno;
un poco intruso aquí, porque es agrario.
De un bote de semillas ordinario,
comprado en un comercio muy moderno,
esparció la que lleva el buen gobierno
un puñado de modo algo arbitrario.
Con los días surgió una extraña planta
- sin ningún plan previsto ni control -
que en tal sitio pecaba de farsanta.
Y aunque no juega su genuino rol,
la presencia luciente nos encanta
del dorado y chocante girasol.