miércoles, 21 de julio de 2010

Los ánimos cambiantes (Soneto 91)


Igual que el sol alumbra incandescente
y aparece nublado al otro día;
igual que hoy está la mar bravía
y mañana descansa mansamente,

a veces se presenta el ser doliente
después de una jornada de alegría.
¿Por qué se siente el alma tan vacía
cuando debiera estar efervescente?

¿Quién gobierna los ánimos cambiantes,
que nos llevan de cúspides brillantes
a pozos de siniestra oscuridad?

¿Qué engranaje precisa lubricarse
para cambiar las ganas de apagarse
por ansias de fulgente claridad?

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