Tu padre, Pedro Gómez de Quevedo,
sirvió con probidad a la princesa
que por sangre era Habsburgo y portuguesa,
por suelo de la Puerta de Toledo.
Tu madre, la que te acunaba quedo,
con la reina ocupaba magna mesa,
y lo mismo trataba a una duquesa
que a cualquier dignidad sin ningún miedo.
Asomaste en Madrid, la corte oscura
de aquel rey taciturno y poderoso;
y esa corte fue escuela prematura
que instruyó tu existir en lo engañoso,
en la treta, la intriga, la impostura,
en lo hidalgo, lo ruin y lo andrajoso.
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