miércoles, 8 de junio de 2011

¡Qué bueno soy si me comparo! (Soneto 414)


Cuán alta puede usted llevar la testa
si trabaja cabal y honradamente,
no se mete en la vida de la gente,
su persona es ingrávida y modesta,

no conspira, difama ni molesta,
no tiene retorcido ningún diente,
no es cutre, trepador ni prepotente,
ni le gusta formar la zapatiesta.

Y no piense que yo me considero
liberado de tales desperfectos.
Lo que pasa es que miro al retortero

y me encuentro a mis tipos predilectos:
los que me hacen sentir como el primero
comparando sus múltiples defectos.

(Ver soneto 407)




3 comentarios:

  1. Bueno es de vez en cuando mirar hacia los que pueden ser peores que nosotros, nos ayuda en nuestra autoestima, pero siempre es mejor poner nuestra mirada en aquellos, que imitándolos podemos mejorar.
    Un abrazo.

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  2. Siempre habrá gente prepotente y trepadora pero pienso que soy más feliz siendo honesta y humilde.
    Compararme con nadie, cada cual es como es y odio las comparaciones....

    Un abrazo

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  3. jajajaja ¿tienes abuela?. Me ha encantado este soneto.
    Yo no me comparo. Lo peor es que me comparan. Soy como los tontos y la linde. La linde se acaba, yo sigo, no me meto con los demás, me limito a hacer mis cosas. Y se sorprenden. No entienden tanta simpleza. Pero no tengo tiempo ni ganas de oir tonterías.
    Al final, hago lo que me parece, y no lo entienden. No entienden nada. Buscan la doblez. Y no la encuentran, simplemente, porque no la hay.
    A cambio yo no conozco los defectos ajenos, porque no les pongo punto.

    Quizá, como tu, también me sienta bien, a menudo, viendo los tejemanejes ajenos.
    Tengo la ventaja de ser la maryjefa.

    Un abrazo

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