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Ni don Pío ni Valle son famosos
por llevar una vida edificante.
Lo que de ellos resulta apasionante
no es que fueran afables y amistosos.
Antes bien nos resultan asombrosos
por su obra, perspicaz y estimulante,
ingeniosa, procaz, exuberante,
poblada de pasajes deliciosos.
Don Camilo no tiene buena prensa
después de haber pasado a mejor vida.
No me importa salir en su defensa:
su existencia es historia que se olvida,
pero pervive su obra tan inmensa,
relegada de forma inmerecida.
Justicia le es debida.
Y aquel que sin recato lo condena,
que se instruya leyendo La colmena.
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