Muchos años el hombre necesita
para ver sus galopes embridados:
los del cuerpo, mil veces desbocados;
los del alma, diez mil veces contrita.
El correr de los días facilita
la doma de pasiones y pecados,
y modera los yerros y altercados,
aunque nunca del todo los evita.
El hombre es el mortal que más tropieza,
por malicia, omisión o necedad,
y esto sólo la edad lo descabeza.
Dichoso aquel que atisba esta verdad
y encuentra los caminos con presteza,
antes de la penosa ancianidad.
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