Perdone que estornude y que me suene,
que le mire con ojos manantiales,
que parle con empréstitos nasales,
que muestre languidez y que me apene.
Disculpe que me apoque y que me frene,
que moleste con ruidos pectorales,
que le cuente impertérrito mis males,
que me quede aturdido y que no cene.
En cuanto que los frescos han llegado
- los frescos del otoño, me refiero -
he cogido este tonto constipado.
Yo sé que de este trance no me muero,
pero son varios días fastidiado,
moqueando como un pavo lastimero.
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