Seis pastillas ingiero cada día,
todas ellas prescritas cabalmente,
para cuidar así mi cuerpo y mente,
por ínclitos doctores de valía.
Como debo evitar cardiopatía,
y alguno que otro mal conjuntamente,
llevo a cabo una dieta conveniente:
poca carne y bastante alboronía.
En dos meses tres kilos he perdido,
ya me puedo abrochar los pantalones,
la tensión arterial he rebajado,
mi mujer sufre menos mi ronquido,
más ágil ejecuto mis acciones
y digiero mejor lo manducado.
Mas no me han recetado
tratamiento, remedio ni terapia
para dejar de oír como una tapia.
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