Rebozado con blanca arena fina,
en una playa próvida de vistas,
con cangrejos que hacían de coristas
a una reina vestida de coquina.
El vapor me asustó con su bocina,
la medusa se fue con los turistas,
y un inglés que traía tomavistas
se zampó un gran melón y una sardina.
Una ola más enorme que un gigante
quiso ser la madrina de los pinos
y con algas se fabricó un turbante.
Por la tarde llegaron otorrinos;
a los niños nos dieron un purgante
y se hundieron cuarenta submarinos.
Berrinches repentinos:
quise yo recortar el horizonte
y mi primo pescó un rinoceronte.
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