No soporto a la gente que me cuenta
hasta el último dato de su vida,
y aunque nota mi cara adormecida,
persiste en su monserga tan contenta.
Yo presumo de ser de pasta atenta,
pero si la historieta es desmedida
mi mente se convierte en distraída
aunque la situación quede violenta.
Otras veces asiento afectuoso,
con tal derroche de veracidad
que a nadie le resulta sospechoso,
cuando lo que sucede en realidad
es que anhelo que muera el tipo odioso
o que padezca alguna enfermedad.
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