Nunca tuvo jamás Andalucía
quien contase mejor los sucedidos,
como casos verídicos surtidos,
que el afable y jovial Paco Gandía.
Mucho tiempo nos trajo la alegría
con entierros, garbanzos, parecidos,
muchachitos un poco distraídos
y brutísimos mozos de alquería.
Era un hombre cabal, bueno y humano,
capaz de trabajar no por dinero,
sino por dar socorro a un pobre hermano.
Palangana, cofrade, sandunguero,
fue lo más del gracejo sevillano,
una luz en un mundo tan rastrero.
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