El pepino andaluz (Soneto 406)

Oh, pepino andaluz, verde torpedo,

hortaliza tenaz de los teutones,

¿por qué te han acusado esos pendones,

originando tan ruinoso enredo?

Yo quisiera expresar - a ver si puedo -

lo que han de merecer tales melones,

que han llevado a perder muchos millones

por su temeridad y por su miedo.

Pues quizás el autor del desatino

se merezca un trabajo casto y fino

para que nunca más propague un bulo.

Os lo digo con poco disimulo:

que yo le metería por el culo

un gigantesco y andaluz pepino.

A Blasco Ibáñez (Soneto 405)

Retrato de Vicente Blasco Ibáñez, por Alejandro Cabeza (Barcelona, 1971)

Fue de todo este egregio valenciano;

de todo menos cura y militar:

su sino fue escribir, ver y luchar

por un sueño feliz republicano.

Su lucha fue concorde con su mano,

incansable en su empeño de plasmar

los avatares que hubo de pasar

por su entrega a favor del ser humano.

El clero y los monarcas fueron presas

de su pluma famosa y atrevida;

y fueron tan notables sus empresas,

que es opinión notoria y compartida

que siendo sus ficciones tan diversas,

su mejor libro fue su propia vida.

(Ver soneto 37)

Barça, campeón de Europa (Soneto 404)

Hay que dar futbolera enhorabuena

a este equipo que sabe a lo que juega,

que lo hace con pericia y con entrega,

y que ha vuelto a cuajar la gran fäena.

Con esa dirección sabia y serena,

ese porte de andar siempre a la briega,

ese genio que alumbra en la refriega,

nos brinda la victoria más amena.

Amigo del balón, del pase corto,

del desmarque constante y sorprendente,

al más fuerte rival lo deja absorto.

Con su cuarto laurel del continente

del fiasco del Madrid hoy me conforto,

y disfruto del fútbol más placiente.

 

(Ver soneto 374)

Inesperada procesión (Soneto 403)

 No es el Corpus ni el día de la Patrona,

ni la Virgen del Carmen ni el Pendón,

ni el jueves que celebra la Ascensión,

sino un fin de semana de tumbona.

Pero el gremio devoto no perdona,

y encuentra casi siempre la ocasión

de salir a la calle en procesión;

que en eso mi ciudad es la campeona.

Con sus cirios, sus varas, sus rosarios,

sus trajes, sus corbatas y estandartes,

me los he tropezado esta mañana

a estos santos, objetos de anticuarios,

de las rancias costumbres balüartes,

grandes reservas de la fe cristiana.

Foros y foritos (Soneto 402)

¿Y la gente que suelta sin decoro

que ha votado de siempre a la derecha,

cuando hizo su carrera - y qué bien hecha -

rondando y camelando al tío del Foro?

Es algo muy humano - no lo ignoro -

adaptarse al sentido de la flecha

cuando el cambio a la fortuna acecha...

que cambiar de chaqueta es indoloro.

Debieran reportarse, conociendo

el rencor que se gasta el aludido,

dando coces por donde va cogiendo.

Su tiempo está caduco y fenecido.

Retirarse viniérale estupendo,

y no andar como un toro enloquecido.

Indeseables (Soneto 401)

Me obligan a volver a lo manido:

el chivato, mamón, correveidile,

desëoso de darte matarile,

y que encima se da por ofendido.

Me debe permitir el aludido

que al cerdo - con perdones - lo asimile,

pues de cerdo es su pose y su vacile,

y de cochino es su gruñir dolido.

¡Lenguaraces del mundo, confidentes

de pécoras, bellacos y felones,
urdidores del odio entre las gentes!

¡Moscas verdes, volad a los mojones
de que se nutren vuestras sucias mentes:
que en la mierda encontráis las bendiciones!

(Ver soneto 338)

400 sonetos (Soneto 400)

Cuatrocientos es cuatro veces ciento

- Perogrullo dirá quizás lo mismo -,
y es cifra que me aviva el optimismo,
la dicha, el pundonor y el sentimiento.

Un soneto no se hace en un momento,
ya se enmarque en el puro costumbrismo,
en el vivo fulgor del conceptismo
o en el gusto del gran Renacimiento.

Pero el tiempo que al verso le dedico
me es grato, divertido y provechoso,
y me hace más jovial, inquieto y rico.

Así que como me es beneficioso,
acreciento, prolongo y multiplico
mi blog aderezado y cadencioso.

(Ver soneto 365)

Velocidad criminal (Soneto 399)



Un baranda de tráfico de Soria

- el jefe provincial o cosa así -

fue pillado en flagrante frenesí

a una velocidad atentatoria.

Con un coche patrulla fue la historia,

yendo a doscientos siete porque sí,

aunque pintó la cosa baladí,

pues iba, dijo, de persecutoria.

Ante un hecho de tal envergadura,

perpetrado por quien ha de observar

la norma, la verdad, la compostura...

en la mente me vuelve a resonar

una máxima inserta en la cultura:

y al guarda, ¿quién lo tiene que guardar?

 

Vuelco electoral en mi pueblo (Soneto 398)

Por vez primera el caso se ha vivido:

que mi pueblo otorgó la mayoría

a un partido que nunca la tenía

por un supuesto techo empedernido.

Demuestra este corriente sucedido

que en política nada es utopía:

que se paga el doblez, la altanería,

la trampa, la torpeza y el bufido.

Y quien tanta confianza ha recabado

tiene un cheque que debe rellenar

tomando decisiones de calado,

sin mostrarse arrogante ni olvidar

que lo mismo que el cielo ha conquistado,

mañana puede el suelo contemplar.

A votar tocan (Soneto 397)

Pequeño saltamontes, resguardado

en las hojas cortantes del gramón,

dime tú quién será en esta ocasión

el partido que acabe proclamado.



¿Será el que ha malgastado su legado

por torpeza total e indecisión;

o será el que se alió al gran cabezón,

y por eso ha purgado su pecado?

Y si el voto no otorga mayoría

sobrada para hacerse con la vara,

¿se urdirá una perversa componenda

que nos lleve de nuevo a la agonía?

Que esta gente maneja mucha cara:

¿es veraz su propósito de enmienda?

(Ver soneto 396)

Jornada de reflexión (Soneto 396)

Mi pueblo necesita más trabajo,

más cultura, más puertas hacia afuera,

más dejarse de ser tierra altanera,

más mirar hacia arriba que hacia abajo.

Mi pueblo no soporta más relajo,

más caudillo que agote la cartera,

más patrona instalada en la quimera,

más talento pendiente de un badajo.

Mi pueblo es una cepa malgastada,

un sarmiento que no llega a dar fruta,

una trocha por yerbas estorbada.

Mi pueblo ha de encontrar cuál es la ruta

que le lleve a salir de la estacada:

mañana se adjudica la batuta.

(Ver soneto 391)

Strauss-Kahn (Soneto 395)

Al baranda del Fondo Monetario

le gustan las mujeres cantidad,

y no puede observar la castidad

por más que sea un alto mandatario.

Su rijo irrefrenable y cavernario

le ha buscado una gran calamidad,

pues por su irracional fogosidad

ya tuvo que terciar el comisario.

Si le agobiaba tanto su libido,

la pudo desahogar de otra manera,

del modo que es por todos conocido.

Pero no acometer con eso fuera,

a base de embestida y alarido,

a la despavorida camarera.



Crecimiento (Soneto 394)

Ya mi niña estrenó su negra toga

como aquella que no quiere la cosa,

y yo volví a mi fase más nerviosa

y a mi vieja tendencia pedagoga.

Ya se instruye, prepara e interroga,

investiga, aconseja candorosa,

reflexiona y concluye cautelosa,

y no es zafia, falaz ni demagoga.

El camino lo tiene vislumbrado,
y ha de andarlo con temple, fuerza, tino,
entereza, modestia y porte honrado.

Que dicen que al andar se hace el camino.
Y andar con rectitud, bien orientado,
lleva más rectamente al buen destino.

La dieta Dukan (Soneto 393)

Que también yo me sometí a la dieta,

de este docto francés espabilado,

y en diez días había adelgazado

cuatro kilos sin irme de vareta.

Mas me estaba volviendo majareta,

con un estreñimiento prolongado,

un pipí entre verdoso y agrisado,

y sin poder probar una croqueta.

Y además conocí que el tratamiento

en vez de tratamiento es paripé,

pues carece de recto fundamento

y es dañino ingerir tanto bisté;

así que he terminado con el cuento,

y al francés que le den por el culé.

(Ver soneto 352)

Viva er Beti (Soneto 392)

Dedico este soneto futbolero

a mi amigo Paquito el Lebrijano,

un bético de pro, cabal y sano,

andarín, buen gourmet y sandunguero.

Que el Betis de Segunda es el primero,

y por eso a Primera llega ufano,

después de varios años de secano

de la mano de un ser zafio y fullero.

Que vuelva a demostrar solera y brillo,

tremole con orgullo su bandera,

no peque de novel ni de pardillo,

se quede muchos años en Primera,

y pueda, con el monstruo de Gordillo,

olvidar al marrajo de Lopera.



Democracia real ya (Soneto 391)

Qué pronto los políticos se aprestan

a ponerle una nota negativa

a esta franca y civil iniciativa

que saca a relucir por donde apestan.

¡Que vayan a votar! - les amonestan.

¿No comprenden que la ira colectiva

se basa en la función inefectiva

del voto que a estos pérfidos les prestan?

No predico la huída de las urnas.

Pero estas libertades taciturnas

precisan de un impulso estimulante 

que vuelva a ilusionar al ciudadano:

que su voto no sea un papel en vano,

ni un cheque en blanco para el gobernante. 

(Ver soneto 382)



Se acabó la feria (Soneto 390)

Adiós a los flamencos cantaores,

al abrazo, al caballo, al catavino,

al señorito peripuesto y fino,

y a los días metidos en calores.

Adiós a las bombillas de colores,

a los políticos de hablar cansino,

a la hermandad, la peña y el casino,

y a las gitanas que te venden flores.

Adiós a los flemáticos feriantes,

a los toros sin más desorejados,

a las teles locales rechinantes,

al polvo del terreno no asentado,

al pesado, al simpático, al pedante,

y al dinero que en vino me he gastado.

Terremoto en Lorca (Soneto 389)

Pensamos que un enorme cataclismo

es propio de la tierra más remota,

pero un día la nuestra se alborota,

y el rostro de la muerte aquí es el mismo.

Dominamos la letra y el guarismo,

el silicio y la lluvia gota a gota,

mas si la entraña de la Tierra azota,

nos vemos abocados al abismo.

Que la naturaleza nos avisa

que somos contingentes y mortales,

por más puertas que se abran con la visa.

Terremotos, tsunamis, vendavales,

recuerdan que debemos ir con prisa

en pos de los momentos esenciales.

(Ver soneto 327)

 



El día de las mujeres (Soneto 388)

El miércoles se visten las mujeres

con trajes de lunares y volantes,

y acuden a la feria rozagantes,

olvidando sus diarios menesteres.

Y le ponen el son de sus saberes

en cuadrillas copiosas y anhelantes,

y sin necesidad de acompañantes

mandones como antiguos brigadieres.

Que el papel, todavía, por desgracia,

de bastantes mujeres de esta tierra,

se reduce a la cama y la cocina.

Y tienen que fajarse con audacia

por librar con destreza en esta guerra,

de una vida sumisa y anodina.

Comunicado a los lectores (Soneto 387)

Comunico a mis ínclitos lectores

que a causa de una estúpida avería,

el blogger se ha llevado más de un día

sin alojar entradas de escritores.

No me nieguen, por tanto, sus favores,

ni piensen que es por displicencia mía,

el que no haya salido mi poesía

ni el voto de mis fieles seguidores.

Tampoco se imaginen que el retraso,

en la entrega precisa y cotidiana,

ha estado motivado por el paso

por la feria jocosa y cartujana:

esto quiero advertirlo por si acaso

sospecharon cogorza soberana.

Los cacharritos de la feria (Soneto 386)

También está la feria de los críos,

que nunca quedan hartos de meneo,

y hay que sacarlos con un gran cabreo,

cuando ya los papás no tienen bríos.

La tómbola, la nube, el toro loco,

el tren de las escobas, los castillos,

la noria, el globo hinchable, los martillos...

y a los niños aún les sabe a poco.

Pero sufren los padres por el ruído

que producen las tales atracciones,

por estar vigilantes sin descuido,

por el polvo que invade sus pulmones,

porque poco el parné les ha cundido

y por tanta somanta de empujones.

Un día en la feria (Soneto 385)

Dos medias de Tío Pepe, un rebujito,

la ración de jamón, queso manchego,

una copita suelta de Tío Diego,

gambas, berza, menudo y choco frito.

Hola, niña, qué traje más bonito;

adiós, Pedro, qué tal, te busco luego;

si sigo en este plan acabo ciego,

así que voy a darme un descansito.

Menos mal, Manolito, que te encuentro...

Una media, y ración de langostinos,

y una más de cazón, que tengo ganas.

Venga con esa copa, para adentro;

hola, Inés; ponga usted tres catavinos...

y vamos a bailar por sevillanas.

¡A la feria, a la feria! (Soneto 384)

La Feria del Caballo ha comenzado

con estruendo de fuegos de artificio,

políticos vendiendo bien su oficio

y el bolsillo del pueblo remendado.

La Alcaldesa ha prendido el alumbrado,

con lo cual se proclama el natalicio

de la fiesta del vino y del bullicio,

del baile y del amigo agasajado.

Enganches de caballos majestuosos,

desfiles de caducas vanidades,

fogones exquisitos y aceitosos,

cogorzas de diversas variedades,

abrazos y arrumacos acuciosos...

y ya les contaré más realidades.



Llanto por Severiano Ballesteros (Soneto 383)

Cenizas volarán el aire honesto

de tu tierruca verde y pedregosa,

y alguna posará sobre una rosa

que llorará al sentir tu paso presto.

El campo aspirará tu ser depuesto,

y el rocío en la hierba quejumbrosa
será lágrima fría y amorosa
por el chico de pueblo tan modesto.

Suspiros de tu sangre, que es orgullo
del cielo que tocaste en este suelo,
y pena por el hijo grande y digno.

Sosegada aflicción, llanto y murmullo:
tu coraje te erige en fiel modelo
de lucha contra el bárbaro maligno. 

Empieza la campaña (Soneto 382)

¡Comenzó la campaña electoral!
¡Qué gran fiesta, señores, qué derroche
de amor por la ciudad a troche y moche!
¡Qué esfuerzo por el bien municipal!

¡Qué alarde de rigor argumental!
¡Qué elusión del insulto y el reproche!
¡Qué promesa de brega día y noche!
¡Qué sonrisa más franca y natural!

¿Qué me pasa, por Dios, qué estoy diciendo?
¿El seso se me está reblandeciendo?
¿Por qué con tal descaro fantaseo?

Pues será que la brusca realidad
contiene tanto cuento y zafiedad,
que prefiero expresar lo que deseo.

(Ver soneto 347)

El soneto inacabado (Soneto 381)

Si Frank Schubert, el músico inmortal,

tiene una sinfonía inacabada,

no por eso eludida ni olvidada,

aunque no se conozca su final,

y en Barcelona está la catedral,

por mano de Gaudí configurada,

del mundo conocida y admirada,

pero falta del toque terminal,

¿por qué he de completar yo mi soneto...?

De modo que el presente va truncado:

¡que el lector ponga el último terceto!





(Ver soneto 379)

Madre (Soneto 380)

Qué pudiera decirte, madre mía,

después de tantos años de tu ausencia,

de lo viva que sigue tu presencia

en la torpe y errática alma mía.

Qué supiera contar de tu energía,
de tu cálido humor y bienquerencia,
del muro de tu fuerza y tu conciencia,
del halo de tu luz como vigía.

Qué lograra expresar de tu honda vida,
florida de oraciones, sublimada,
de renuncias y mermas zaherida.

Qué acertara a cantar de tu obstinada
porfía con la pena sostenida,
para hacer siempre alegre la jornada.

Papeles en la lavadora (Soneto 379)

Por dejarla metida en la camisa
que directa pasó a la lavadora,
he perdido mi lista aliviadora
de los temas que afronto de esta guisa.

Y hoy que tengo precisamente prisa,
y no encuentro materia inspiradora,
estoy viendo que llega ya la hora
y el soneto está muerto de la risa.

Así que necesito una salida,
que esta carga no admite ni un relajo,
so pena de que el blog quede sin vida.

¡Cuánto cansan los versos a destajo!
Parece que mi mente está obstruída:
conque ya no me tomo más trabajo.

 

(Ver soneto 318)

Bin Laden, muerto y "enterrado" en el mar (Soneto 378)

Sin esperarse amaneció la nueva

de la muerte del monstruo, ejecutado,

- en su mansión, no en una oculta cueva -,

y en medio de la mar después tirado.

Me tiene confundido la noticia,

y no sé si me alegro o lo rechazo,

al ver que no se atiende a la justicia,

sino a la puntería en el balazo.

¿No fuera preferible la captura?
¿Se ha ganado la guerra al terrorismo?

¿Se ha disuelto Al Qaeda por ventura?

¿Es legítimo tanto triunfalismo?

Que en Dios y Alá confluyan voluntades,

y nos libren de más calamidades.

Juan Pablo II, beato (Soneto 377)

Los buenos estudiosos de la Historia

sostienen que se tiene que esperar

un tiempo dilatado para entrar

a poner por escrito la memoria.

No se duda que el hombre esté en la Gloria
(no soy yo quien lo vaya aquí a negar),
pero eso de ponerlo en el altar
tan pronto, de manera perentoria,

va en contra de consejo tan sensato;
pues igual un honor tan trascendente
no debiera confiarse al arrebato

de la entusiasta y fervorosa gente,
ni al afán de elevarlo en su mandato
que el imperante papa tiene en mente.

Día del trabajo (Soneto 376)

Un número redondo puede ser

lo mismo una efeméride gloriosa,

que cifra de un funesto acontecer,

o de una coyuntura desastrosa.

En este caso se nos da un guarismo

que nos tiene aturdidos y abogiados,

pues vamos a llegar casi ya mismo
a los cinco millones de parados.

El gobierno promete más faena,
la oposición entona sus canticios,
los sindicatos dan bastante pena,
y los bancos repiten beneficios.

¿No te invita la fiesta del trabajo
a mandarlos a todos al carajo?