Una linda gacela, limpia y pura,
de la selva aspiraba a ser la dueña,
así que andaba dispensando leña
al que ostentaba ya la dictadura.
Llamada por el llanto y la frescura
de un reptil con retórica halagüeña,
con él se conchabó la buena dueña,
y por él consiguió la investidura.
Pero una vez sentada en la poltrona,
el saurio reclamó su recompensa,
y entonces la gacela fue llorona,
porque el bicho mostraba fuerza inmensa,
y aunque aquella llevaba la corona,
Al final siempre hay que pagar así que ojo con quien haces sociedad o a quien pides el favor.
ResponderEliminarUn abrazo.
A caso pensaba la pobre gacela que el Saurio iba a respetarla??
ResponderEliminarPobre gacelita!
Besos!!
Como fábula, pues cierta totalmente. Pero no me dan pena esas gacelas. Que se fastidien.
ResponderEliminarUn abrazo