La marisma huelvana, oscura y fría,
se tragó, confundida, su inocencia;
dos hermanos se vieron en la Audiencia:
negaban la mayor; otra encubría.
No hay nada que demuestre su autoría,
clamaba el defensor con suficiencia,
al tiempo que explotaba la conciencia
de la mujer que contumaz mentía.
Esta última lloraba, inconsolable,
en vivo y en directo, en la pantalla,
contando lo que al Juez hubo negado.
Porque no es sufrimiento soportable
la culpa que en el alma se encanalla
a quien guarda en su pecho un vil pecado.
dos hermanos se vieron en la Audiencia:
negaban la mayor; otra encubría.
No hay nada que demuestre su autoría,
clamaba el defensor con suficiencia,
al tiempo que explotaba la conciencia
de la mujer que contumaz mentía.
Esta última lloraba, inconsolable,
en vivo y en directo, en la pantalla,
contando lo que al Juez hubo negado.
Porque no es sufrimiento soportable
la culpa que en el alma se encanalla
a quien guarda en su pecho un vil pecado.
Otro atroz crimen que nos trae la peor cara del genero humano y de la España negra.
ResponderEliminarUn abrazo.
No puedo tener compasión de ningún tipo con gente así.
ResponderEliminarQue por no sé qué ellos se crean dueños de las vidas de criaturas, a mí me revuelven toda. No les deseo ningún bien. Ojalá paguen todo. Pero sobre todo, que les duela dentro.
Me callo, que despotricar no es bueno. Y voy camino de ello.