El sí bwuana aprendido en nuestra infancia
en filmes de misiones y guerreros,
y en otros de tarzanes pintureros,
y el Domund con su santa postulancia,
forjaron compasión en la distancia
por esos que exportaban los negreros,
carecían del Dios más verdadero
y morían de hambre y de ignorancia.
Hoy el fútbol nos muestra sus semblantes,
sus ojos que no vieron la bonanza,
sus labios que izan himnos anhelantes.
Ojalá el evento sea la lanza
que los lleve al progreso cuanto antes:
que no abandonen nunca la esperanza.
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