¡Cuántos años viviendo Nochevieja
suma ya mi decrépita osamenta!
Cada cual especial y dispareja:
la hubo triste, discreta y opulenta.
En mi casa, con todo mi linaje;
en la calle, con pito y matasuegra,
apurando hasta el último brebaje,
o de guardia en cuartel en noche negra.
Pero siempre, después de las campanas,
me han besado unos labios amorosos,
y he sentido, calientes y cercanas,
las almas de mis seres más dichosos.
Y esta noche, siguiendo la rutina,
habrá risas, dolor y golosina.