No estaba ya el limón, allí no estaba,
y al no verlo en el suelo ni en la rama,
pensamos que un ladrón de baja cama
hubiéralo robado por la brava.
¿Quién un solo limón necesitaba,
y al conocer el mío por su fama,
no dudó en provocar tamaño drama,
que mi ventura y mi ilusión minaba?
Pues no fue nadie, no; que al tercer día,
trajinando las hojas de las calas,
encontró el buen limón mi jardinera.
Recobramos al punto la alegría,
desestimamos las sospechas malas
y... ¿qué hacemos con él?... Queda a la espera.
Cierto es que muchas veces la sospecha del delito va por delante de este que, no ha llegado a ser y ya condenamos, nos pasa a todos, es que somos muy bien pensados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Con lo hermoso que es ese limón, no me extraña que pensaráis en que os lo habían levantao.
ResponderEliminarComo voy con retraso, ya sé el destino del limón, y me parece de dulce. Muy bien hecho.
Besos