¿A dónde fue a parar aquel ausente,
y todos los ausentes ateridos;
dónde fueron de lágrimas henchidos,
transmutados en cera de repente?
¿Cómo fueron limpiados de la mente
sus sombras, sus andares perseguidos,
sus voces, sus olores presentidos,
su vida por vivir y su presente?
El tiempo es quien decide si lo inerte
ya es muerte por vencer a la memoria:
que el olvido es el triunfo de la muerte.
Nos engaña la pena perentoria,
mientras van los ausentes a su suerte,
al pozo negro y ciego de la historia.
Los olvidos, no intencionados y los intencionados, de las "vidas por vivir y su presente", de los que no consideramos como nosotros, haciendo distinción donde debería haber hermanamiento.
ResponderEliminarPrecioso soneto.
Un abrazo.
John con esta conexión no puedo hacer nada. Pasaré revista a todos cuando vuelva a casa.
ResponderEliminarBueno, ya voy casi, casi, al día. Muchacho, no paras, se me amontona el trabajo.
ResponderEliminarHablas de los ausentes. Y el triunfo de la muerte. Nadie muere del todo mientras alguien lo recuerda. Y hay ausentes, que siempre están presentes. Ni un minuto se alejan de nuestro lado para sacarnos una sonrisa o saber a lo que sabe la tristeza absoluta, pero están presentes.
Triste y hermoso soneto.