Mi amigo Victorino, el castellano,
que sabe de amistad un rato largo,
arribó este verano con letargo,
como andando un pelín a contramano.
Y aunque su regocijo fue mediano
cuando lo de aquel chivo con recargo,
me he quedado con un molesto cargo
por no haberle sentido tan ufano.
Así que le dedico este soneto,
esperando que le haga buen tilín,
y le mando un mensaje muy concreto:
que no se va a librar el malandrín
de cocinarnos un arroz completo,
que para ello yo pongo mi jardín.
Bueno es recordar, incluso insistir, para que no se pierdan las buenas costumbres que, siempre es bueno mantener.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso que curre un poco y que disfrutéis de la paella...Saludos.
ResponderEliminarHe llegado tarde a este. Ya he visto el arroz. Eso se llama dotes de persuasión.
ResponderEliminarUn abrazo